Entretanto, en el Partido Conservador se habían producido divisiones como consecuencia de las desavenencias con la Iglesia católica. A partir de 1861, su ala más progresista, en coalición con el Partido Liberal, promovió una serie de reformas constitucionales, entre las que se encontraba la prohibición de la reelección presidencial consecutiva. Además, se hicieron esfuerzos para promover el bienestar social, intensificándose asimismo el desarrollo de los recursos nacionales, en especial mediante la creación de nuevas vías ferroviarias, carreteras y un sistema postal. En 1865, Chile intervino en conflicto entre España y el Perú —conocido en la historiografía española como la guerra del Pacífico (1864-1866) — en el cual participó por un fuerte sentimiento americanista de solidaridad con los peruanos.
Poco después, Chile comenzó a explotar los valiosísimos yacimientos de nitratos del desierto de Atacama. Ante la intención de Bolivia de embargar las instalaciones salitreras del territorio, en febrero de 1879 el gobierno chileno ordenó la entrada de sus tropas en el puerto boliviano de Antofagasta. El 5 de abril de ese año, Chile declaró la guerra al Perú y Bolivia (aliados desde el conocido como Pacto Secreto de 1873), iniciándose la guerra del Pacífico (1879-1883). Como consecuencia de su victoria en este conflicto, Chile se anexionó un amplio territorio que englobaba las actuales regiones de Antofagasta y Tarapacá. Además, Chile continuó poseyendo la administración de las ciudades de Tacna y Arica, a condición de que se celebrara un plebiscito diez años después para establecer la definitiva soberanía sobre las mismas. Aunque ambos países no llegaron a un acuerdo en cuanto a las condiciones del plebiscito, las sucesivas negociaciones culminaron en febrero de 1929 con el Tratado de Lima, volviendo Tacna al Perú y quedando Arica en manos de Chile. Véase Disputa de Tacna-Arica.
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